sábado, 22 de enero de 2011

Ready, set, ¡go! Acabas de empezar y estás bien jodido.

Serían las cosas tanto más fáciles si no nos ilusionáramos.

 Vos dices "no me quiero ilusionar, no me quiero ilusionar", y ahí están tus amigos preguntándote que tal te fue, vos te resistes a contestar, pero te joden, y te duele reconocer que todo estuvo bien, que incluso, mejor de lo que esperabas. Pero ¡ojo! Eso es malo. Es malo, porque vos no te quieres ilusionar. Entonces te preguntan más. "Y qué te dijo", "Pero y a vos te gusta?" ¡Y qué decir! Obvio que te gusta. Si resultó una persona dulce, y simpática. Y cuando se hizo tarde no quisiste irte. Te quisiste quedar, seguir con esa persona que te interesó de repente  y que fue el éter que te llenó los vacíos del pensamiento. Y ahí te ibas dando cuenta que eso estaba mal, que ya habías bajado la guardia y ¿entonces? ¿Ahora qué hacemos?
No dices nada, pero te mueres por decirle a alguien cómo mira, cómo habla, cómo jugaba con tus manos... ahí  dudas de vos y tu supuesta inteligencia, sientes que has caído en la oscura y endemoniada trampa de ese fabricante de mentiras que te sonreía de esa forma tan...
Entonces llegas a tu casa y contrario a tu filosofía de vida, hasta te preguntas si estaría bien mandarle un mensaje cuando acaban de estar tres horas juntos, o de última, te preguntas por qué no es esa persona la que te manda un mensaje. Empiezas el debate interno, ¿le mandas o no le mandas? Una carita feliz siquiera...
Y ahí abres los ojos enormísimos. Vas al baño, te lavas la cara, te miras al espejo, y en tu rostro hay algo. En tu expresión hay algo diferente. Te palmeas la frente, como diciéndote "qué boludo",  te acuerdas de cómo se miraban, te vuelves a mirar en el reflejo. "Mierda", piensas.
Y tienes toda la razón, mierda, absolutamente, porque todavía no ha pasado pero algo en vos intuye que te vas a pasar toda la noche dando vueltas en la cama, enredando las sábanas, pensando qué pensó, soñando con la próxima vez que se vean, te arrepientes de no haberle dicho una hora y un lugar fijos, porque ¿y si no te llama? Te arrepientes de no haberte jugado y haberle sacado una pulserita para devolvérsela "la próxima vez que nos veamos" y así te asegurabas. Entonces te pones fatalista y te arrepientes de haber ido: "eh, qué boludo/a que soy. ¿Para qué fui? Ahora no me va a dar más bola y yo aquí..."
Y como siempre, las palabras  que alguna vez te dijo alguien (y que vos ni cinco de pelota), te atolondran la cabeza en el momento más inoportuno: Ya vas a ver, vas a ver cuando vayas a tu cama alguna vez y no te puedas dormir pensando en alguien. Ahí vas a saber que estás bien, pero bien cagado.
Ves el celular. Las cinco y media de la mañana. Estás cubierto de agotamiento, nervios, y ansiedad. Y no te puedes dormir. Pero te dices que capaz mañana... un mensaje... a lo mejor...
Así logras dormirte. Y quién  sabe por qué justo ahora dejaste activada la alarma. Son las ocho, y te despiertas pensando en esa persona... y adivino, ¡te quieres matar! porque no te querías ilusionar, y fue todo, lo único que hiciste esa madrugada. Y sabes, estás seguro, que es lo mismo que vas a hacer toda la mañana.
Y ahora sólo te queda esperar que el otro la haya estado pasando igual,  porque algo te hace pensar que más que bien cagado, estás enamorándote,  y todos sabemos que es mucho peor.

1 comentario: