¿Saben qué pasa? ¡¿SABEN QUÉ PASA?! ¿Por qué las chicas somos tan irremediablemente boludas y nos ilusionamos por cualquier cosa? No es culpa nuestra. Es total y absolutamente herencia cultural. En serio.
Nuestros padres creen que está bien llenarnos la cabeza de películas de princesitas, donde el chabón es fachero hasta lo último y tiene un enorme corazón de oro, y todo termina de las mil maravillas con ellos unidos para siempre, con un pacto de amor eterno y perfecto sellado con un beso tierno e inocente.
"¡Nooo, nena, caca, tuto! No prendas la tele en Disney. No veas ni la Cenicienta, ni Encantada, ni nada por el estilo, esas cosas te cagan la cabeza, ¡vas a ser como yo, te lo advierto!", así voy a decir cuando tenga una hija, una sobrina, cuando vea una nena en la calle.
Aunque qué hablo, no son solamente las películas de Disney, son todas las películas románticas. Son una vil mentira, como que los presidentes no roban o como que los padres quieren a todos los hijos por igual. Mentiras tan descaradas como "en cinco minutos te doy la pc" o "te amo" a la semana de conocerse. ¡Minga, gente! Embustes.
¡El príncipe azul no existe, y si existe no va a vivir para siempre! Así que favor de presentarse en servicio al cliente, y dejar de ilusionarse. Por ahí dijo un cantante que se cree que hace poesía "el problema no es que mientas, el problema es que te creo".
En realidad me parece que el problema radica en cómo no creer, si desde chiquitas nomás nos enseñan a ser crédulas. Supongo que se aprende, a no vivir de ilusiones, a no querer desde el primer momento. Se aprende, sí, todo se aprende en esta vida...
¡Pero, mierda que somos duras, ¿eh?! ¡No le pegamos una! No aprendemos nunca, y metemos la pata en el mismo agujero siempre.
Y así vamos. Más pelotudo el tipo, menos bola nos da, mejor. E igual pensamos que es para nosotras. Juro que poniéndolo así, no tiene el más mínimo sentido. Qué boludas.
Igual, en algún momento aprendemos. Y será por eso que más grande la chica, más escéptica, más interesada y más hija de puta. La han hecho vuelta y vuelta tantas veces que se las sabe todas. Y por eso últimamente creo que ser una santa mojigata no ayuda ni aca. Para nada. ¡Si nos re joden! Nos la creemos. Para no caer en esos cuentuchos boludos hay que salir, tener calle, conocer.
Y por último, ser inteligente, y poner en práctica las boludeces que nos proponemos en los momentos de enojo, ¿por qué? Porque contrario a lo que se piensa, yo creo que durante el enojo aflora con mucho ímpetu algo que solemos dejar de lado cuando se trata de amor o ilusión: el sentido común.
¡Sentido común, che! (¿Sentido común? ¿A ver, me suena? Ah. Alto, sí creo que sí. Eso que te dice que si un chico no te llama es porque no quiere nada, y si te dice amiga es porque sos su amiga y a no joder. Ah, claro, sentido común.)
Es que nos hace falta sentir más con la cabeza. Si fuera que el amor es cosa de uno solo, bueno, está bien. I believe, I can fly, correría por cuenta nuestra y tiremonos flechita en la pileta... pero no, no, no es así.
Hay otra persona involucrada y chicas (más bien chicas heterosexuales), atención: ¡es un hombre! Y ¿saben qué? A ellos les llenaron la cabeza con otras cosas también, ya sean los familiares mayores, ya sea la tevé, pero ellos piensan de otra forma porque así es nuestra cultura; y no digo que todos sean malos, pero nadie está excento a lo que marca la sociedad, nadie es inmune.
Entonces, nena, nenita, haceme caso. Caca, tuto, no veas Disney, no leas Crepúsculo, y por dios, si te ofrecen ver una comedia romántica, vomitá antes de aceptar.
¿Y saben qué es lo peor de todo? Por más que nos adviertan, por más que sepamos, bajamos la guardia. Bajamos la guardia, abrimos el corazón, pensamos que tenemos el alma llena de flores, que el mundo es otro cuando está con nosotros...porque te enamoras, obvio pasa, y es lindo... pero nos tendríamos que cuidar un poco más, a nosotras, digo, porque después andamos llorando, después nos lamentamos.
Después nos hacemos la historia del príncipe azul, y la eterna felicidad...pero ni el uno ni la otra existen, y lloramos como cuando muere Mufasa en el Rey Leon (como boludas).
Yo propondría, para solucionar esto, impedir la difusión de cuentos de hadas donde la palabra "divorcio" no existe, entre otras cosas. Y tal vez, agarrar de los pelos a nuestras amigas cuando estén por salir con un chico y decirles "repetí conmigo, el cuco me va a raptar de noche si me llego a enamorar".
Saludos, y mucha suerte.
Y por el Santo Barbudo y sus secuaces, no pierdan las esperanzas. ...Iaa re boluda xD.
domingo, 30 de enero de 2011
domingo, 23 de enero de 2011
Es que para mí
Para mí las palabras tienen poder. Son grossas, recias, reales. Para mí, la palabra mar tiene olas y es escalofriante, y la palabra dolor tiene lágrimas y la piel crispada, y la ilusión es ese cielo inmenso y estrellado, y desilusión es que nos traigan de los pelos para adentro a mirar el techo.
Para mí las palabras son imágenes, objetos, sensaciones. No son solamente un sonido que sale de la garganta o garabatos asentados en un papel, o en el monitor. ¡No! Las palabras tienen vida, se mueven, golpean, gritan o murmuran, y hasta callan. Las palabras son. Importan.
Por eso no digo mentiras. Por eso no digo cosas que podrían pasar. Nono, las palabras se materializan, posta. Se hacen de verdad. Por eso no hay que mentir. Si después pasa, fueron ellas, no los duden. Son como dioses. Lo pueden todo.
Si hasta el barbudo dijo "hágase la luz" y la luz se hizo. Hasta el barbudo se maneja con palabras.
Hay que res-pe-tar-las.
sábado, 22 de enero de 2011
Ready, set, ¡go! Acabas de empezar y estás bien jodido.
Serían las cosas tanto más fáciles si no nos ilusionáramos.
Vos dices "no me quiero ilusionar, no me quiero ilusionar", y ahí están tus amigos preguntándote que tal te fue, vos te resistes a contestar, pero te joden, y te duele reconocer que todo estuvo bien, que incluso, mejor de lo que esperabas. Pero ¡ojo! Eso es malo. Es malo, porque vos no te quieres ilusionar. Entonces te preguntan más. "Y qué te dijo", "Pero y a vos te gusta?" ¡Y qué decir! Obvio que te gusta. Si resultó una persona dulce, y simpática. Y cuando se hizo tarde no quisiste irte. Te quisiste quedar, seguir con esa persona que te interesó de repente y que fue el éter que te llenó los vacíos del pensamiento. Y ahí te ibas dando cuenta que eso estaba mal, que ya habías bajado la guardia y ¿entonces? ¿Ahora qué hacemos?
No dices nada, pero te mueres por decirle a alguien cómo mira, cómo habla, cómo jugaba con tus manos... ahí dudas de vos y tu supuesta inteligencia, sientes que has caído en la oscura y endemoniada trampa de ese fabricante de mentiras que te sonreía de esa forma tan...
Entonces llegas a tu casa y contrario a tu filosofía de vida, hasta te preguntas si estaría bien mandarle un mensaje cuando acaban de estar tres horas juntos, o de última, te preguntas por qué no es esa persona la que te manda un mensaje. Empiezas el debate interno, ¿le mandas o no le mandas? Una carita feliz siquiera...
Y ahí abres los ojos enormísimos. Vas al baño, te lavas la cara, te miras al espejo, y en tu rostro hay algo. En tu expresión hay algo diferente. Te palmeas la frente, como diciéndote "qué boludo", te acuerdas de cómo se miraban, te vuelves a mirar en el reflejo. "Mierda", piensas.
Y tienes toda la razón, mierda, absolutamente, porque todavía no ha pasado pero algo en vos intuye que te vas a pasar toda la noche dando vueltas en la cama, enredando las sábanas, pensando qué pensó, soñando con la próxima vez que se vean, te arrepientes de no haberle dicho una hora y un lugar fijos, porque ¿y si no te llama? Te arrepientes de no haberte jugado y haberle sacado una pulserita para devolvérsela "la próxima vez que nos veamos" y así te asegurabas. Entonces te pones fatalista y te arrepientes de haber ido: "eh, qué boludo/a que soy. ¿Para qué fui? Ahora no me va a dar más bola y yo aquí..."
Y como siempre, las palabras que alguna vez te dijo alguien (y que vos ni cinco de pelota), te atolondran la cabeza en el momento más inoportuno: Ya vas a ver, vas a ver cuando vayas a tu cama alguna vez y no te puedas dormir pensando en alguien. Ahí vas a saber que estás bien, pero bien cagado.
Ves el celular. Las cinco y media de la mañana. Estás cubierto de agotamiento, nervios, y ansiedad. Y no te puedes dormir. Pero te dices que capaz mañana... un mensaje... a lo mejor...
Así logras dormirte. Y quién sabe por qué justo ahora dejaste activada la alarma. Son las ocho, y te despiertas pensando en esa persona... y adivino, ¡te quieres matar! porque no te querías ilusionar, y fue todo, lo único que hiciste esa madrugada. Y sabes, estás seguro, que es lo mismo que vas a hacer toda la mañana.
Y ahora sólo te queda esperar que el otro la haya estado pasando igual, porque algo te hace pensar que más que bien cagado, estás enamorándote, y todos sabemos que es mucho peor.
Vos dices "no me quiero ilusionar, no me quiero ilusionar", y ahí están tus amigos preguntándote que tal te fue, vos te resistes a contestar, pero te joden, y te duele reconocer que todo estuvo bien, que incluso, mejor de lo que esperabas. Pero ¡ojo! Eso es malo. Es malo, porque vos no te quieres ilusionar. Entonces te preguntan más. "Y qué te dijo", "Pero y a vos te gusta?" ¡Y qué decir! Obvio que te gusta. Si resultó una persona dulce, y simpática. Y cuando se hizo tarde no quisiste irte. Te quisiste quedar, seguir con esa persona que te interesó de repente y que fue el éter que te llenó los vacíos del pensamiento. Y ahí te ibas dando cuenta que eso estaba mal, que ya habías bajado la guardia y ¿entonces? ¿Ahora qué hacemos?
No dices nada, pero te mueres por decirle a alguien cómo mira, cómo habla, cómo jugaba con tus manos... ahí dudas de vos y tu supuesta inteligencia, sientes que has caído en la oscura y endemoniada trampa de ese fabricante de mentiras que te sonreía de esa forma tan...
Entonces llegas a tu casa y contrario a tu filosofía de vida, hasta te preguntas si estaría bien mandarle un mensaje cuando acaban de estar tres horas juntos, o de última, te preguntas por qué no es esa persona la que te manda un mensaje. Empiezas el debate interno, ¿le mandas o no le mandas? Una carita feliz siquiera...
Y ahí abres los ojos enormísimos. Vas al baño, te lavas la cara, te miras al espejo, y en tu rostro hay algo. En tu expresión hay algo diferente. Te palmeas la frente, como diciéndote "qué boludo", te acuerdas de cómo se miraban, te vuelves a mirar en el reflejo. "Mierda", piensas.
Y tienes toda la razón, mierda, absolutamente, porque todavía no ha pasado pero algo en vos intuye que te vas a pasar toda la noche dando vueltas en la cama, enredando las sábanas, pensando qué pensó, soñando con la próxima vez que se vean, te arrepientes de no haberle dicho una hora y un lugar fijos, porque ¿y si no te llama? Te arrepientes de no haberte jugado y haberle sacado una pulserita para devolvérsela "la próxima vez que nos veamos" y así te asegurabas. Entonces te pones fatalista y te arrepientes de haber ido: "eh, qué boludo/a que soy. ¿Para qué fui? Ahora no me va a dar más bola y yo aquí..."
Y como siempre, las palabras que alguna vez te dijo alguien (y que vos ni cinco de pelota), te atolondran la cabeza en el momento más inoportuno: Ya vas a ver, vas a ver cuando vayas a tu cama alguna vez y no te puedas dormir pensando en alguien. Ahí vas a saber que estás bien, pero bien cagado.
Ves el celular. Las cinco y media de la mañana. Estás cubierto de agotamiento, nervios, y ansiedad. Y no te puedes dormir. Pero te dices que capaz mañana... un mensaje... a lo mejor...
Así logras dormirte. Y quién sabe por qué justo ahora dejaste activada la alarma. Son las ocho, y te despiertas pensando en esa persona... y adivino, ¡te quieres matar! porque no te querías ilusionar, y fue todo, lo único que hiciste esa madrugada. Y sabes, estás seguro, que es lo mismo que vas a hacer toda la mañana.
Y ahora sólo te queda esperar que el otro la haya estado pasando igual, porque algo te hace pensar que más que bien cagado, estás enamorándote, y todos sabemos que es mucho peor.
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