jueves, 17 de marzo de 2011

Pero si lo pienso...

A este blog lo había creado en un período de absoluto vacío inspiracional. De ahí el nombre (inventado, by the way) "desmusados", es decir, sin  musa. El análisis es bobo, pero necesario para mí.

En mis períodos de negación me dan ganas de decir que no hay nada que me sirva para escribir. En realidad es a) mi propia pereza, o bien, b) mi negativa a aceptar que sos mi musa.

Lo que me pregunto, en verdad, es por qué me agarra por épocas esa necesidad de afirmar que no me importas, que no sos real para mí, que no te trato de asir en pensamientos, que no te busco la vuelta metafórica.  Todo eso, en mis momentos de lucidez, lo reconozco como una mentira más grande que el Everest. Pero lo voy a seguir afirmando: me duele.
Me duele reconocer que me importas tanto. Quiero decir, imaginate: para una una persona que escribe, ¿qué más importante que la musa?  Llegar a esa categoría está entre lo fácil y lo difícil (y eso lo hace casi imposible).

Fácil porque por lo general la persona que se vuelve musa, no hace absolutamente nada para ser musa.  Pasa y listo.  No busca en lo más mínimo tener ese lugar y ,a menudo, ni siquiera sabe que lo ocupa. La persona que se esfuerza por ocupar un lugar especial en la vida de una persona, termina arruinándolo todo.
Difícil porque, hasta ahora, no sé qué rayos tiene que tener, de qué forma tiene que ser una persona-musa. ¿Qué es lo que vos tienes? Mirándolo racionalmente, todavía no me lo explico. Y difícil, desde otra perspectiva, también porque ¿cómo puedes hacer para ser la inspiración, el entusiasmo de alguien?
Ya lo he dicho. Intencional, premeditadamente, lo considero imposible. Se da natural. Tiene que ser la perfecta combinación de azar (aparecerte justo cuando esa persona lo necesite), disposiciones familiares (qué sé yo, Edipo), genética (si una persona es linda, todo es más fácil, convengamos), y muchas otras boludeces que nos determinan(aunque creo que en realidad todas podrían entrar dentro de la calificación de "azar").

Volviendo al tema, me duele reconocer que me importes tanto, y esto lo he dicho tantas otras veces, porque yo a vos, te importo un carajo.  A mí me podría chocar un colectivo, y tu sentir no pasaría de un simple "uy, pobrecita". En cambio si a vos te chocara un colectivo, un tren, te secuestrara un ovni, o whatever, yo me armaría un escándalo filosófico-existencialista, y querría mandar todo a volar,  te escribiría un libro, le propondría a tu fantasma que ocupe mi cuerpo (!), cualquier cosa.

Y ahí está la injusticia. El perforante dolor. La negación. ¿Por qué soy yo el títere y vos el titiritero inconsciente? ¿Por qué yo te dibujo? ¿Por qué te imagino? ¿Por qué te metamorfoseo, si a vos te importa tres quinotos lo que a  mí me pase?

Duele, chico, duele. Y por más que mi querido chavo me haya enseñado que "la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena", a  mí se me ocurre pensar, nada más, que ojalá algún día alguien te importe tanto como vos me importaste a mí, y a esa persona le seas absolutamente indiferente. ¿Y sabes cómo sería muchísimo mejor? Si yo estuviera ahí para reírme.
Quizá sea injusta, pero no creo ser la única persona que en situación similar se sienta de esa forma.

La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena, y lo que sea, pero provoca una satisfacción tan grande. Más o menos como cuando te acuestas finalmente después de un día cansador... o como cuando hace mucho frío y te ofrecen un café con leche. No sé. A la vez es malo. Yo sé que si pasara me sentiría mal por vos, pero me gusta imaginarme más fría de lo que realmente soy.

Además, eh, bolú, jamás me diste bola. Estoy en mi pleno derecho de exigir que algo te pase a vos. Es una exigencia kármica, creo.

Aunque también me he llegado a preguntar si con toda esta historia estoy pagando algo que no se que hice.

Vaya a saber. La vida nos hace ida y vuelta como a babys.